4 de noviembre de 2011

Atender no entender



No es fácil. Me lo recomendó una persona sabia. No sé. Atendía cuando era mesero, way back when. Atendía a mis clases, a mis profesores. Tend to, dirían los gringos ¿no? La lucha por lo racional es devastadora. 

Cuando todavía era niño, leí The Way, de Laozi. Quizá era sólo un compendio. Recuerdo que tenía dibujos muy divertidos e ideas muy profundas. Por ejemplo, recuerdo claramente que preguntaba qué era más fuerte... un árbol grande con su tronco sólido y robusto o una hoja de césped. Naturalmente, la primera respuesta pasa por el árbol. Después concluía: cuando llega el huracán el gran árbol es arrancado de tajo, con todo y raíces. Nada queda de él. En cambio, la hoja de césped se mece con el viento y sigue ahí cuando este se ha ido. 

En otra parte preguntaba qué era más poderoso: una gran roca o un riachuelo. Y argumentaba que el riachuelo, con su falta de solidez, con su flexibilidad y su constancia, acabarían -a la larga- por convertir el risco en un pedrusco cualquiera. Lecturas peligrosas las de mi infancia. No wonder... 

Y ahora, años después es practicamente imposible aplicar esas ideas. No sé si es Occidente o si sea una combinación de mi educación y mi carácter pero parezco empeñado en ser el gran árbol. Todo esto tiene mucho que ver con el post Ganar los Corazones. Atender, solamente lo deja a uno como incompleto. Claro, porque, desde una óptica racional, artistotélico-tomista, no ha crecido. Oriente y Lao-tse dirían: no hace falta crecer.

Disculpen la densidad. Pero si sirve, les cuento de la vez en que un amigo discutía con otro y le espetó: ¿tu eres aristotélico-tomista? Pues TOMA... haciendo una seña obscena. Mis acercamientos con la fenomenología son todavía muy superficiales pero creo que ahí está la clave. Cómo ser occidental sin acabar en el triunfo de la voluntad nazi. Cómo compaginar la inteligencia y la democracia, por ejemplo.

Dicen que la solución pasa por sonreír. Lo he estado intentando. Ya le perdí el miedo al detector de sonrisas falsas. De manera casi fascista le doy instrucciones a mi boca de extenderse y mostrar los dientes. Asiente con la cabeza, me digo. Sonríe. Empatiza. Conecta. Hazte agradable. Tu mensaje será mejor aceptado si eres amable. Ya me pillaron alguna vez. Se me nota en los ojos, dicen. No estás de acuerdo.

Será un avance, supongo. Antes se me subían los colores. Se me hinchaba la vena de la frente, se expandían las fosas nasales. Seguro hasta se contraía (o dilataba, no lo sé) la pupila. Ahora, el espejo del alma me delata. Cambiar el alma, cambiarse a uno mismo, no es cosa fácil. El tema es que tampoco es un absoluto. No podemos solamente atender ni nada más entender. A veces será una, a veces otra. Si en el fondo somos unos nazis maniqueos... ¿qué no?

La vida tiene matices... y hay que aprender a distinguirlos, apreciarlos y abrazarlos.

Defensas bajas y multiplicaciones largas

A un año de pandemia ya, me parece importante escribir que el cansancio es un factor importante en el comportamiento. Cuando menos el propio...