Este fin de semana tuvimos gente en la casa. 15 adultos y no sé cuántos infantes. Todos comieron, bebieron y fueron felices. Se viene a mi mente el recuerdo del profesor de Teoría de la Comunicación que explicaba, con su acento Argentino -no bonarense- que la comunicación tiene mucho que ver con la comunión y la comunión con la comida.
La verdad, los saltos mentales para llegar a tales conclusiones fueron siempre un poco arriesgados. Pero en lo más hondo, me parece que si hay algo de verdad. Sentarse a una mesa a convivir, a comer y a beber tiene mucho de comunicación y, supongo, sin querer blasfemar, algo de comunión también.
Corrió vino con soltura. Sin embargo, nadie se emborrachó. Lo que sí fue evidente - y lo comentamos - es que cambia la perspectiva. Lo dice la escritura: el vino alegra los corazones. Y lo hace muy bien.
Había niños, adultos, jóvenes, solteros, casados. Un poco de todo. Creo que nadie quería irse, y yo no quería que se fueran. Lo estaba pasando muy bien. Lo pasé muy bien.
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No hacerlo peor, tratando de mejorarlo, es lo más complicado.