Es un deleite, un lujo y un privilegio formar parte de una familia que puede hacer sobremesa. Habla de que el tiempo funciona a su favor y no en su contra. De paz y serenidad.
Permite escuchar con atención, bromear, calibrar las experiencias de los miembros de esa familia para que de esa mesa tanto los hijos como los padres salgan con actitudes renovadas, decisiones tomadas bajo el proceso de conversación familiar, de contar historias. Finalmente más felices y más unidos.
Tiene mucho de comunión y no toma más de 15 minutos.
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No hacerlo peor, tratando de mejorarlo, es lo más complicado.