30 de octubre de 2011

Jalogüin

Sainete. Más allá de la rabieta de mi abuelo sobre si Christopher Robin es Cristobalito y el rollo existencialista antigabacho. Detesto el jalogüín. Que amargue, dirán. Pero tengo mis razones:

  • Es una fiesta pagana. Está bien que empecé mi carrera profesional en el solsticio de verano, pero en cristiano esa fecha se llama día de San Juan. 
  • Está invadiendo el bien ganado territorio del Día de Muertos, tradición que también despecho, pero con el derecho que me da ser nativo de esta tierra. 
  • Todo el rollo es para fomentar el pedinchismo chantajista bajo el eslógan -malísimo por cierto- de truco o trato. Como los limpiaparabrisas agresivos. A los europeos les queda más cerca la metáfora de los gitanos pedigüeños: "dame o te quito".
  • La paganés del asunto lleva a los pubertos (vean el cartón de Calderón hoy) a vestirse como Robert Smith en un mal día. Versión patética de los emos. No digamos las pubertas. Todos lo pensamos pero sólo unos lo decimos. No es digno.
Es muy probable que el Desmond Morris de turno salga y diga que disfrazarse es, en tiempos como estos, una catarsis. Que viene bien y que probablemente están recordando al naco-neandertal que todos llevamos dentro. Muy dentro. Yo no estoy a favor. Suficientes máscaras de Paz traemos puestas como para encima, hacerle al pelele. 

Claro. Todos mi argumentos no hacen que mi mujer deje de vestir a las niñas como brujas o piratas. Es juego, dice.

Defensas bajas y multiplicaciones largas

A un año de pandemia ya, me parece importante escribir que el cansancio es un factor importante en el comportamiento. Cuando menos el propio...