8 de febrero de 2014

Hacer sobremesa

Es un deleite, un lujo y un privilegio formar parte de una familia que puede hacer sobremesa. Habla de que el tiempo funciona a su favor y no en su contra. De paz y serenidad.

Permite escuchar con atención, bromear, calibrar las experiencias de los miembros de esa familia para que de esa mesa tanto los hijos como los padres salgan con actitudes renovadas, decisiones tomadas bajo el proceso de conversación familiar, de contar historias. Finalmente más felices y más unidos.

Tiene mucho de comunión y no toma más de 15 minutos.

26 de noviembre de 2013

No les dejaremos nada

Finalmente se trata de la Divina Providencia contra la idea de que más control es mejor. 

Es difícil aceptar que asegurar el nivel de vida de nuestros hijos, más allá de cierta edad, sin hacerles un enorme daño es toda una travesía en la cuerda floja. Hay un largo precipicio debajo.

La contra parte de esa visión es aceptar un poco de inseguridad en la vida. Es la inmersión en la realidad y el conocimiento cierto de que la vida es muy frágil, todo puede cambiar y no podemos garantizar nada. Es la lección actual que catástrofes ecológicas, desastres naturales, crisis económicas y pandemias ha dejado. 

La primera cara de esta moneda, el patrimonio garantizado, produce las circunstancias para la comodidad. Es el escenario para la cigarra que en la fábula no se asegura un futuro cuando pasen las estaciones. La segunda, en cambio, es donde aflora la actitud de la hormiguita ahorradora: el desconocimiento del futuro. No saber qué va a pasar mañana.

Por eso es triste ver a quienes se abocan a darles a sus hijos (niños y adultos) todo menos las herramientas necesarias para enfrentar la inseguridad de la vida. Es más seguro que crezcan pensando que no les dejaremos nada.




29 de marzo de 2013

Plagio

Es un asunto complicado, si se es honesto. Al final del dia no hay nada nuevo bajo el sol. Todas las palabras están en el diccionario.

Los buenos piden prestado, los mejores: roban.

25 de marzo de 2013

Whatsaap

Estoy a punto de mandar el APP a freír espárragos. Es sólo una molesta interrupción que te pone a tiro de las impertinencias.

Una de las aristas del asunto es la gratuidad. Ya quiero ver la intensidad del bombardeo si hay que pagar por cada bomba. Lo gratis nunca se valora.

Hoy por hoy llega a ser insufrible. En el ánimo de dar un buen servicio he puesto mi número ahí fuera. Me parece que me he equivocado.

La ubiquidad a través del smartphone es un castigo, me cae. La gente que quiere una respuesta a loquesea a la hora de mandar un Whatsapazo, asume que puede ser contestada inmediatamente. Y se ofende si no lo haces.

Yuhu?
Estas?

Seguramente el problema es sólo mío (y de mi paranoia). No fui educado para dejar un teléfono sonando. Por consecuencia me estresa y me distrae sobremanera el ruidito de que alguien quiere algo de ti que considera es más importante que lo que sea que estes haciendo.

La barbarie. El desorden. El exceso.

Tengo que estar permanentemente disponible para un número muy limitado de personas. Las que me suelen contactar por whatsaap no son parte.

Pasa un poco lo mismo con el correo electrónico ya sea en el teléfono o en la misma computadora. Lo urgente y lo importante -que decía Covey- pierde el sentido con el desfigurado don de la ubiquidad cibernética. Me niego.

Me niego.

14 de marzo de 2013

Sobre la cobertura de la renuncia, el cónclave y la elección

No puedo dejar de ver una cobertura informativa con ojos de periodista. Es sumamente interesante. Estos últimos días de cónclave consumí con entusiasmo cuanto encontré.

Sigo opinando que somos las más bajas personas (los periodistas). Me llevé muchas profundas decepciones. Nick Kristof, por ejemplo, me pareció insufrible estos días. Los mexicanos pésimos, salvo la encantadora Valentina Alazraki. Lo poco que vi a López Doriga bien y a Pablo Hiriart me parece que le faltó producción. Hubo un directo de una reportera (bonita, joven y española) que dio pena ajena. No pudo recordar el apellido del cardenal Scherer y básicamente dejó caer la emisión. Me recordó aquél artículo que atribuía la equívocada portada del El País a el despido de experimentados periodistas y la dependencia de jóvenes inexpertos.

Me gustó, por ahí en Internet anda, el video del Catalán -creo- de la agencia 101 contando la campaña de News.va y @pontifex. En cuanto a Internet destaco que el anuncio del nuevo Papa  lo seguí live streaming en youtube/vatican y que el primer sitio donde leí la biografía del Papa fue en .va dirigido de News.va, creo recordar. También vale la pena mencionar que el primer Papa Boy en anunciarme "Fumata Blanca", lo hizo por Whatsaap. La fuente de mis fuentes:Twitter.

Luego más.

12 de marzo de 2013

Mi hijo no miente

 
Mentira. Si tantas temporadas de Dr. House sirven para algo es para dejar claro que TODOS MIENTEN. Esto no excluye a los pequeños.
 
Calro está que hay diferentes tipos de mentiras. Están las mentiras para tener un premio y las mentiras para evitar un castigo. Eso debería de ser facilmente reconocible. Sin embargo, también los niños mienten por otras razones.
 
Niña, menos de dos años: "¿Estás tomando coca-cola?" "No. Es jugo". Claramente una mentira. Y de fondo hay algún adulto a quien le ha visto el comportamiento o que ha sido cómplice en alguna otra mentira.
 
"¿Quién se tiró un pun?" Inmediatamente las acusaciones vuelan de uno a otro. Alguien está mintiendo. Los expertos recomiendan, en casos de Toddlers, no oprmirlos demasiado al pescarlos en la mentira. No distinguen correctamente lo que es verídico de lo que no. Aunque enunciar las consecuencias de la acción que niegan, puede ayudar. Por ejmplo: "El que se tiró un pun, está siendo irrespetuoso con los demás, además de que apesta la habitación".
 
Si nosotros como adultos les mentimos acerca de Santa Clós, los Reyes Magos, Mickey Mouse y el hada de los dientes. Por no mencionar a la mamá que le dice al hijo que "el policía te va a regañar" ¿Por qué esperamos que admitan que el rayón en la pared lo hicieron ellos y no sus amigos imaginarios? En ciertas etapas de fantasía, las mentiras existen como parte natural del desarrollo del niño.
 
Los niños más grandecitos, pueden inclinarse a decir mentiras "prosociales". Entiéndase mentiras "blancas" que pueden evitar castigos o pueden atribuirse logros que no son suyos. También se da el caso del que miente para evitar la presión por algo (i.e. no hay tarea hoy) o que piensan que la mentira va a hacer sentir mejor a alguna persona cuyos sentimientos no quieren lastimar.
 
También es el caso del niño que dice lo que el papá quiere escuchar, aunque no lo haya solicitado. Los niños están siempre atentos a lo que decimos y hacemos. Los comentarios marginales o las actitudes de la familia hacia diversas situaciones son absorbidos por los niños y después pueden aflorar en forma de mentira, pensando que esa es la respuesta que los padres quieren oír. Es la mentira para agradar.
 
Todavía a los 9 años, aunque hay claridad entre lo falso y lo verídico, muchas veces no distinguen los matices. Eso lleva a tener aulas de 4° o 5° de primaria donde algunos todavía creen en los Reyes Magos y otros no. Esta también es la etapa del ocultamiento de la verdad. De las cosas que antes te podía contar con facilidad ahora no cuenta nada, y a veces miente sobre ello.
 
Acrecentar el rango de cosas que son de la intimidad del niño es un proceso normal en su desarrollo. Si el niño te sigue contando todo a los 12 o 13 años, no está madurando apropiadamente. Esto, aunque no es propiamente una mentira, puede ser considerado una ofensa para el padre que recibe, ahora que el niño crece- un trato distinto al que recibía hace unos meses, en donde parece que el niño oculta información.
 
Todo esto viene a cuento porque hay una epidemia de papás que creen que la naturaleza humana no aplica a sus hijos. Que aceptan el mito de la pureza del niño y no la realidad que le rodea. Muchas veces los niños no saben manejar sus emociones y, en el conflicto entre el bien mayor y el bien menor, mienten para no tener que lidiar con el problema. Los niños mienten.
 
Todos, salvo el tuyo. Claro.
 
Y la escuela se queda indefensa en muchas ocasiones. Porque, aunque no haya pruebas, "mi hijo no miente" y el peso de probar la inocencia -que va contra las reglas: se prueba la culpabilidad, no la inocencia- recae sobre una institución que quiere educar y no reprimir. Una institución que educa en libertad no puede convertirse en una procuración de justicia. Pierde el sentido. El contrato es de confianza. Si no la hay, no debe haber servicio.

Sin título