19 de enero de 2012

Parte del engranaje

La historia de cuando fuí mesero seguramente la he contado por aquí más de una vez. Pero si sirve de algo la retomo para explicar él descubrimiento que hice estas vacaciones sobre la vida doméstica.

A mi me tocó ser parte de un equipo muy organizado de personas que sostenían el restaurante El Ducal durante las fiestas de San Fermín en Pamplona.

No le voy a hacer la competencia a Hemingway tratando de describir estas fiestas. Pero imaginen que la ciudad es un estadio de la final de la Champions durante 7 días y sus noches. Bueno, más sus noche aunque, durante el día perduran con elegancia las tadiciones de los pamplonicas, más taurinas, españolas y de pueblo. Pero para abastecer esas fiestas hay mucho trabajo detrás. Y el mesero de un lugar como El Ducal es un soldado en el frente de batalla.

Resulta que siempre hay algo que hacer y, si no quieres sufrir en las horas pico tienes que ir previendo y preparandote. El descanso es mínimo. El justo para seguir andando. Todo se repite un día y el siguiente con variaciones casi imperceptibles: limpiar, barrer, trapear, suritir, recibir, ordenar, servir, recojer, cobrar, limpiar...

Pues estas vacaciones me  integré a la maquinaria operativa de la familia Santos-Icaza de lleno. Dice mi esposa que no se acordaba de unas vacaciones donde no estuviera "trabajando". Estas vacaciones las disfruté con mis hijas. Y el descubrimiento es ese: que para el disfrute de la familia hay un gran trabajo detrás, que involucra perveer, limpiar, servir, cambiar, jugar, etc.etc. con las niñas y la casa. Un balance afortunado. Descancé en eso. Lo valoro más. Hay que vivirlo.

(Y el lunes, irnos a la oficina).

17 de enero de 2012

Sobre el programa de Radio

La semana antepasada estuve en la radio. En AM, Buenas noches Puebla se llamaba el programa. Estuve hablando de Educación. Creí que con la experiencia de haber trabajado en alguna emisora regiomontana, lo haría estupendamente.

No fue del todo así. Tampoco fue un desastre, pero hace falta práctica para clavarlo. En un principio pensé que en hora y media no me iba a dar abasto. Y al final resulta que una hora y media de radio, es bastante menos. No lo recordaba.

Adémas está el asunto de, por un lado no decir estupideces y por el otro, condensar todo en un bit que no tengo más que describirlo como super pequeñito. Es una línea muy fina. Faltan horas de vuelo.

Sin embargo fue una experiencia muy positiva. Ojalá alguien se haya podido beneficiar de lo que dije. Lo grabé y pensaba colgarlo por aquí en el blog, pero necesita edición y yo necesito horas de vuelo. Así que se las debo. Les dejo la foto.

14 de enero de 2012

Quédate tranquilo... y nervioso. Tu hijo irá a la Universidad

Ahora bien, quieres que vaya a la Universidad y truene: dile que es muy listo. Cada vez que llegue a casa con dieces en sus calificaciones, durante años, repítele que sacó buenas calificaciones porque es muy listo.

Si lo que buscas es que vaya a la Universidad, o cualquier otro ambiente demandante y triunfe: dile, durante toda su infancia y adolescencia, que el éxito se obtiene a través de esfuerzo. Cuando llegue con un diez a casa y te pida -sin pedirlo- ese refuerzo positivo, dile que se sacó 10 porque seguramente estudió mucho. Si te contesta que no estudió gran cosa: habla con el director. Hay que subir el nivel.

La idea es que el niño entienda que los buenos resultados se dan a través del esfuerzo y no por la “inteligencia”. Porque cuando saque un 7, o un 8 se va a preguntar: ¿por qué saco calificaciones bajas, si soy tan listo?”. Ante esa pregunta vienen una serie de problemas que acaban con el joven adulto que no sabe esforzarse para conseguir las cosas y, aunque ya no truena, se rompe.

Y con ello sus carreras profesionales y más tarde sus matrimonios. Porque vivir para complacer a los demás no es vida para nadie. Y a ese niño al que le decimos que es muy listo, le estamos dando a entender repetidamente que no tiene más que ser él mismo para complacernos. Cuando lo que debería estar haciendo es meter trabajo y esfuerzo para superarse.

Como padres de familia nos preocupa, y es normal, el examen de palitos y bolitas de septiembre del tercer año del parvulario de nuestro hijo. Pero siendo realistas, si estás leyendo esto, lo más probable es que tu hijo vaya a la Universidad. Independientemente de si sabe hacer letra cursiva o no.

Claro que las formas de hacer una división y otros datos y habilidades, competencias, son importantes y deben ser confiadas a un sistema con el que la familia se sienta cómoda o asegurarse en casa. Sin embargo, piensa: ¿cuántas personas que no saben leer y escribir hay a tu alrededor? Si el niño no llega a primaria leyendo y escribiendo ensayos, realmente no pasa nada.

Que bueno que los sistemas educativos se preocupen por eso. Son avances importantes. Sin embargo, las familias deberían de seguir poniendo el énfasis en lo que sus hijos son y no lo que sus hijos saben. Hay una epidemia de papás con hijos trofeo. Donde lo que el hijo hace es un reflejo de lo excelente que es el papá, nada que ver con el hijo. Y esto debe parar.

Es una realidad que la escolaridad en México tiene deficiencias. Tanto en los colegios públicos como privados; pero también es cierto que si tienes Internet en tu casa, televisión por cable y uno o dos coches en el garaje, con un poco de suerte o un poco de ayuda tu hijo aprenderá las cosas del currículo académico de su escuela. También podrías-si quisieras- ayudar a tu hijo a memorizar todas las tablas de multiplicar en tan sólo dos semanas.

Entonces, por qué llevas a tu hijo a la escuela. Para que socialice y aprenda a convivir con más personas, mientras se va forjando a sí mismo con la ayuda del binomio familia-escuela. Lo llevas para aprender las cosas básicas y también, un poco, para tenerlo fuera de la casa durante unas horas para que se canse él y se descanse un poco la mamá.

Muy bien, ahora tendrás que decidir en qué escuela tienes a tu niño. Hay oferta como hay estrellas en el cielo. Pero seguramente son cuatro o cinco opciones en tu ciudad que consideras viables, serias y adecuadas para tus hijos. Pero más allá del factor económico, académico y social, viene bien que pienses en las ideas que fundan ese centro educativo. Quién es y qué piensa esa comunidad educativa.

Porque van a compartir problemas. Desde que los niños empiecen a decir maldiciones un año y no otro, hasta que tengan relaciones sexuales o no. La comunidad educativa, es decir, los otros papás, los otros hijos y los profesores, van a tener una gran influencia en las decisiones que tu hijo va a ir tomando.

Hay que escuchar muy bien qué dice el Director cuando vas a esa primera entrevista. Qué es lo que más les importa en el Colegio. La educación siempre puede ser un buen negocio, y los pedagogos, profesores y directivos pueden ser también lobos vestidos de ovejas. O no.

El profesor juega un papel clave también. Más todavía el respeto que la comunidad les tenga. Qué piensas de ellos. La siguiente caricatura lo explica mejor:


La formación del carácter es una educación más difícil que la educación del intelecto. Sé que se puede leer como una afirmación temeraria pero me parece que necesaria. Porque nos jugamos en la infancia la creación de los hábitos necesarios que en la adolescencia se convertirán en virtudes que harán de nuestros hijos mejores personas.

Esas son las preguntas que hay que hacerle al director de una nueva escuela: ¿aquí qué hábitos se forjan en primaria? ¿Aquí qué virtudes se empeñan en que los niños vivan en secundaria y prepa? Porque todos los lobos hablan de valores que es una cosa muy buena y está muy bien. Pero lo que tus hijos necesitan son virtudes palpables. Esas que te han hecho una persona exitosa. Esas mismas que te agradan de tus empleados. Esas que echas en falta a nuestros políticos.

Y enseñar las tablas de multiplicar es una excusa para enseñar a ser laboriosos o diligentes. Las tareas otra para ser puntuales y cumplidos. Los exámenes para que los niños -no sus madres- luchen cansados para alcanzar un objetivo. Está muy chiquito, dicen algunas. Es demasiado, se escucha con frecuencia. ¡Venga!, la realidad es que no estamos para ponérselas fáciles, sino todo lo contrario. La escuela es un lugar donde se aprende para la vida. Y la vida es dura, y rara vez da segundas oportunidades. Ustedes dirán.

6 de enero de 2012

Las probabilidades de que tu hijo sea centro-delantero del Barcelona



Escasas. Es duro, lo sé. Sobre todo si a ti te hubiera gustado ser profesional. O si, sencillamente, disfrutas enormemente la competencia futbolística o de cualquier otro deporte. Querer ganar es una cosa muy buena, que también debemos enseñar a nuestros hijos. Sin embargo, saber perder y saber competir exige también un esfuerzo de los papás.

El deporte es para estar sano. Y si tu hijo está en Primaria o Secundaria sirve también para reforzar su capacidad motriz, por ejemplo. De hecho, hay estudios que concluyen que las personas que hacen ejercicio, (sobre todo de patrón cruzado), generan más conexiones neuronales. Es decir, hacer ejercicio te hace más listo (info aquí).

También, y sobre todo en la adolescencia, el deporte sirve para liberar energía extra que el cuerpo produce. Hay que tener muy en cuenta que si un niño llega a 5° de primaria sin adquirir la “virtud del deporte”, va a ser muy difícil que la obtenga después.

Mucho tiene que ver el ejemplo del papá. Si es deportista, lo más probable es que también el niño lo sea. Pero salvemos las distancias. Una cosa es ser deportista y otra muy distinta ser un hincha o un forofo. Un fanático.

El fanático vive de pasión. Con un poco de desorden. Prima ante todo, ganar o, en su defecto, no perder. Y sucede que el fanático rara vez es jugador, y menos deportista. El fanático está fuera de la cancha. Es un anónimo que vocifera y libera su frustración personal uniéndola a la de su equipo. Y está muy bien.

Sin embargo, como papás no podemos ser fanáticos de los equipos en los que nuestros hijos participan. En primer lugar porque no somos anónimos. Siempre seremos el modelo de varón o de mujer que nuestros hijos van a hacer suyo. Por lo tanto, se espera de nosotros un comportamiento ejemplar. El fanático no es ejemplar.

Este comportamiento que se espera de nosotros en aras de educar positivamente a nuestros hijos pasa por una de las cosas que el deporte ayuda a fomentar: la disciplina. Para nosotros puede ser evidente que nuestro hijo debería de estar alineado en el juego pero la decisión la toma otra persona: el entrenador. Y para que el entrenador pueda hacer su trabajo bien, no puede ser minado en su autoridad por un papá. O dos o tres.

Debemos de respaldar el trabajo del entrenador aunque no estemos de acuerdo. Porque será lo mejor para que nuestro hijo aproveche al máximo el deporte como medio de formación del carácter. Luego, claro, podremos acudir a otras instancias dentro de la institución a compartir nuestras opiniones sobre cualquier cosa. Es nuestro derecho.

Pero no podemos olvidar que el entrenador o coach también tiene derecho a hacer su trabajo. Y que las personas que decidieron emplearlo a él y no a todos los demás, tomaron la decisión con seriedad y rigor.

El entrenador debe ser nuestro aliado en la formación de nuestros hijos. Debemos tener y darle la confianza necesaria para que les exija, para que los motive, para que los vaya formando. Y si hay una buena comunicación, haremos sinergias en aras de la mejora integral de los niños.

Dice Ander Ericsson,  y luego lo cita Gladwell que para ser experto en algo, es decir, para hacer algo realmente bien, hacen falta 10,000 horas. Para que tu hijo sea centro delantero del Barca, tiene que meter 10,000 de entrenamiento y esfuerzo. Además claro, de tener un mínimo de talento natural por Dios concedido.

Veo con frecuencia a las mamás-chofer llevando y trayendo niños de un lado para otro por las tardes. Les reconozco que además de sacrificado debe ser agotador. Y la experiencia me dice que esos esfuerzos al volante no los hacen esperando que su hijo sea centro-delantero de ningún equipo profesional.

Lo hacen porque al niño le gusta y porque, con ese maravilloso talento de la intuición que tienen, ven que es bueno para él. También he visto alumnos con talento deportivo y papás con la intención clara de fomentarlo.

Para lograrlo, hay que hacer viajes, y no sólo de un punto a otro de la ciudad, sino nacionales y en ocasiones internacionales. Hay que levantarse muy temprano para poder entrenar por la mañana también. Hay que estar yendo y viniendo a la escuela pidiendo las dispensas oportunas por faltar a clases, llevar tareas tarde y ponerse al corriente. Hace falta estar dispuestos a meter junto con sus hijos, esas 10,000 horas.

Los frutos claro, son campeonatos y desarrollos profesionales en el deporte. Deportistas de élite que representan a su país en foros internacionales. Cosas muy buenas. Pero son realmente pocas las personas que combinan los requisitos necesarios para lograrlo. ¿Números? Qué tal 1 de cada 15,000.

Entonces, si tu hijo no tiene demasiado talento –hoy por hoy no es un Messi en potencia- y en tu proyecto educativo para él no está el darle los medios para meter esas 10,000 horas de entrenamiento, esfuerzo y sacrificio, ¿qué tan importante es que no lo alineen en el juego?

El deporte sirve también para superarnos. Nos requiere esfuerzo, entrega, garra. Nos enseña paciencia, trabajo en equipo, conocimiento de nosotros mismos y mejora constante. Es una actividad altamente formativa. Y al final, haremos amigos, lo que también supone un beneficio.

Ahora bien, el afán competitivo que de alguna forma está en el sistema operativo de casi todos los varones es una cosa que también hay que educar. No se vale ganar a toda costa. La competencia en el deporte ayuda a que el deportista crezca, haciéndole identificar sus puntos débiles para compensarlos o corregirlos y a encontrar el punto flaco del rival para explotarlo y vencer.

El espíritu deportivo es esencialmente optimista. De caer y levantarse, de dar lo mejor de sí, de ser alegres y estar contentos, de jugar. Esta última es una idea que los papás no podemos perder de vista. El deporte para los niños sigue siendo un juego, aunque para los adultos sea cosa muy seria.

No conviene robarles de esa oportunidad de disfrutar de su infancia o adolescencia y de sus amigos. La comunidad de papás del fútbol de un colegio haría muy bien en observar a sus hijos mientras juegan, corregir después del partido los comportamientos que no vayan acorde con lo que se espera de él y apoyar al entrenador en las decisiones que haya tomado.

También viene bien que sean ejemplares. Una cosa estupenda sería que se reunieran ellos también a jugar de vez en cuando.


6 de noviembre de 2011

Attack the Block

Les voy a reseñar una película que no van a ver. Se llama Atack the Block y es estupenda. Británica y urbana... de South London. La trama es simple: una cuadrilla de pequeños delincuentes, de los de motoneta y hoodie, se enfrenta a una invasión de extraterrestres inverbes que buscan hacerse con The Block, el bloque de edificios de departamentos donde viven. Hagan de cuenta The Goonies mezclado con Alien y Predator.

Los chavitos, de diez. Realmente hacen su papel de innercityboys. La trama simple y directa. Actuaciones estupendas, diálogos ingeniosos. Escenarios sencillos pero eficaces. El enemigo, lo suficientemente poderoso para ser temido, aunque fácil de vencer. Me recordó a Yamakazi, de Besson con Banlieu 13... y un dejo de Hot Fuzz y aledaños británicos donde aparece Nick Frost. Buen humor, buen rollito y 80 estupendos minutos de cerebro desconectado.

Personajes con los que me hubiera gustado pasar un rato hace unos años. Adolescentes valientes. No eran los más decentes, ni los más inteligentes, pero eran valientes. E ingeniosos. Y, claro, esta película responde a la eterna pregunta: ¿por qué los extraterresters sólo atacan Estados Unidos? De paso, dejan claro que los chavalillos de South London pueden contra una horda de extraterrestres y, como quien no qiuere la cosa, contra el malo del Barrio.

Excelente actuación del prota, que ojalá veamos en algún otro lugar pronto. Me parecia un Mike Tyson de la Blanca Albión, a los 15. Clava su papel de héroe. Y, aunque no lo crean, es un personaje profundo. Lo lleva a cabo con la calidad histriónica de Sydney Potier. Y además aparece, brevemente, Nick Frost.

Muy recomendable para perder el tiempo e imaginar recuerdos que nunca ocurrieron. British cinema at it´s best.

4 de noviembre de 2011

Aclarando amanece

Cuando hablo de nazis, conste, estoy hablando no del odio ni el racismo sino de la idea de fondo. Al menos desde donde yo lo entiendo: el fundamento es que no hay nada más poderoso que la voluntad del hombre. Por lo tanto, cualquier cosa cualquier cosa es posible si nos lo proponemos. Aniquilar un pueblo, por ejemplo.

Cuando hablo de nazis maniqueos, estoy hablando de, obvio,  personajes voluntariosos que sin pasar por la potencia del corazón, van directamente de la inteligencia a la acción en un universo blanco o negro -maniqueo-.

No soy, ni quiero ser, ninguno de los dos. Caricaturizo para transmitir una idea.

Aclarando amanece.

Sin título